Mi padre, por esas vueltas del destino; tuvo la oportunidad de vivir y estudiar en Chile, hace ya más de 60 años. Estamos hablando de un joven que vivía en una isla poco desarrollada de un país que aún era semi rural.
Habiendo sido Venezuela colonizada por un país europeo con siglos de tradición vinícola, aquí no se consumía vino. Según me explicaba mi papá, se debía a que nuestras tierras en general, no eran aptas para el cultivo de la vid, e importar vino desde Europa era costoso y se podían dañar en el camino debido a que en aquella época la mercancia venía en barcos cuya travesía duraba mucho y que no tenían las condiciones adecuadas para preservar la calidad del vino.
Papá durante sus años en Chile |
Esta foto guarda un secreto, aquí se puede observar a un Pinochet aun inocente , recien graduado de oficial. |
Quienes sí podían darse el lujo de pagar una bebida costosa y que además reunía mejores condiciones para soportar viajes largos eran los norteamericanos. En aquella época Venezuela tenía una alta influencia norteamericana gracias a la presencia de los gringos por las conceciones petroleras. Debido a esa fuerte influencia, aquí se bebía whisky, aparte de los tradicionales ron y cerveza.
Por lo tanto, para mi papá el vino, que en Chile se produce por cantidades y se bebe frecuentemente, era algo novedoso, diferente, que despertó en el curiosidad y gusto. Cuando regresó a Venezuela, luego de 8 años de aventuras, en su maleta traía un título de ingeniero y un bagaje cultural sobre ese elixir de los dioses.
Ese amor que nació en mi padre por el vino, me lo transmitió con cada cuento, con cada anécdota de sus años chilenos, y así, poco a poco, se fue desarrollando en mi, el respeto y la curiosidad que luego, sin darme cuenta, se transformó en pasión.
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